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B-O-R-B-O-T-A-N
ENERO/2006
LoTY
POEMA [a modo de explicación]
Consiste en ( re )interpretar.
Me pregunto, ¿qué es reinterpretar una pieza sonora?
Escucho, me enternezco un poco, algo, lo suficiente, ¿por qué?
Es una conversación en un bar donostiarra. Imagino, parece que media mañana, antes de comer. Suenan tenedores, platos, una cuadrilla de amigos charla amigablemente. Dicen varias cosas, hacen referencias que se pierden. Son mayores, unos viejos, imagino jubilados. Voces grabes, maduras, ancianas. Ríen, modulan sus voces en la conversación, con eso comunican más de lo que dicen.
De fondo, un murmullo. Mur Mur Bor Bor...
Ese murmullo constante y como sonido de fondo, como sonido que fija el trasfondo sobre el que brillar las luminosas pinceladas de las voces que conversan. Viejos, vino, calor, palabras, sabios de pueblo en asamblea ritual impasible.
Tengo que reinterpretar.
Pero no me interesa en sí la conversación. ¿Qué dicen? Da igual. Lo que me conmueve esta a lo lejos, no esta.
Es el murmullo, la bruma sonora de fondo. En el bar, música orgánica de otras múltiples conversaciones y ruidos de mesas que se ponen y desmontan. Nuevos clientes que entran, salen, van vienen. Y hablan, todos hablan creando ese paisaje sonoro de voces en conversación cálida un mediodía cualquiera en una taberna cualquiera de Donosti.
¿Dónde más esta eso?, ¿Dónde he oído ese paisaje antes?.
Pienso en el frontón de Getxo. Busco a prisa y encuentro varias piezas sonoras en mi mente, piezas sonoras de frontones en domingos de partido o jueves y martes de entrenamientos de pelota.
Pelotas, zapatillazos, y el eco reverberado que recoge, como con brazos tendidos, el frontón en su arquitectura como de templo.
Olvido ya la taberna, voy al frontón, llego a este salón de conciertos popular. Es un concierto el partido. El murmullo, al final del paisaje, lo traigo al frente, aumento supresencia. Dejo entonces en un primer plano lo que antes era fondo y dejo de fondo lo que era primer plano.
Recuerdo de niño el frontón de Andra Mari de Getxo. Acompañaba a un vecino pelotari al partido. Recuerdo, yo con un desinterés total por el juego, absorto de repente, detenido por el embrujo de la música de voces imparable de fondo. Entre unas colchonetas muy gruesas hacíamos un recoveco absorbente en el que nos escondíamos mientras jugaban.
Montón diverso de voces de hombre mayores en tiempo de alegre ocio. Hipnosis sonora en el frontón, extraño en mi estado de estar.
Después lo mismo en txokos gastronómicos, cuando pierdo la conciencia de algo preciso y me diluyo como un gas en la acústica bruma de conversaciones de fondo. Y su música, sólo su música.
Me dicen eh!, ¿estas?, ¿has oído?, he oído, aunque no se de que hablabais, estaba a otra cosa, escuchando.
Esto mismo encuentro en la taberna. Con la atenta escucha de esta grabación.
Reinterpreto volviendo al partido en Andra Mari, a la comida en el txoko.
Rescato una escucha que ya tenía olvidada.